¿El exceso de sexo es una enfermedad?
"En la vida no todo es sexo: Francia necesita niños". Con esta claridad se expresaba el gobierno francés de los 90, en las vallas publicitarias de todo el país. Y tenía razón por partida doble: era verdad que Francia necesitaba niños y que la vida es, entre otras cosas, amistad y trabajo, justicia y deporte, ocio y negocio, amor y desamor, pan y circo, guerra y paz...
También es cierto que vivimos en una época que ha hecho de lo sexual una revolución cultural, empeñada en olvidar que el deseo de placer convierte el equilibrio humano en algo peligrosamente inestable. Lo sabemos de sobra. Desde Homero, desde Solón y los Siete Sabios, una máxima en forma de advertencia recorre todo el pensameniento ético de los helenos: "Nada en exceso".
En marzo del 2000, el diario El Mundo publicaba en su cuadernillo sobre salud un estudio sobre la adicción sexual. Lo firmaba Patricia Matey, y se abría con las palabras que también abren este tema: "La adicción al sexo es una de las dependencias menos confesadas y visibles de todas las que existen. No obstante, ha aumentado el número de pacientes que pide ayuda debido a las consecuencias de su trastorno: ruina económica, divorcios, problemas laborales, sufrimiento, ansiedad y depresión".
Los expertos señalan que este trastorno no es nuevo, aunque sólo recientemente ha sido reconocido como uno de los mayores problemas sociales, cuyas características y consecuencias son similares a las de otras adicciones tan bien conocidas como la de las drogas, el alcoholismo o la ludopatía.
A diferencia de otras adiciones, la dependencia sexual puede adoptar múltiples formas: desde la masturbación compulsiva a la violación, pasando por relaciones con múltiples parejas heterosexuales u homosexuales, encuentros con personas desconocidas, uso de pornografía, prostitución o líneas eróticas, exhibilcionismo, pedofilia, etc. El comportamiento sexual compulsivo se gesta, en la mayoría de los casos, en la mente, donde las fantasías sexuales, los sueños y los pensamientos eróticos se convierten en la válvula de escape de los problemas laborales, la relaciones rotas, la baja autoestima o la insatisfacción personal.
Los adictos al sexo son hábiles en el disimulo, porque su problema les avergüenza. Pero, con frecuencia, su dependencia se acaba sabiendo. "Algunos acuden a la consulta cuando las facturas de teléfono de líneas eróticas o los contactos con prostituts les han arruinado económicamente y sus parejas les han descubierto", señala Roselló Barberá, director del Centro de Urología, Andrología y Sexología de Madrid. Otros deciden pedir ayuda porque quieren poner fin a una adicción que les ha costado el matrimonio, les ha causado problemas legales o les está empujando al suicidio. O porque su esclavitud les está obligando a hacer cosas que nunca hubieran imaginado, y ello les causa un sufrimiento insoportable.